Como ya sabrás, soy el Catatortillas y estoy aquí por la justicia, por los pinchos, y por el cachondeo. Pues bien, por mi amor a los pinchos de tortilla es por lo que voy probando en diferentes bares, elegidos bastante al azar. Y de manera bastante azarosa acabé un día en la Cervecería Portillo (Glorieta de Embajadores, 5, Madrid) probando este pincho.
Con la de sitios que hay para descubrir y probar no parece lo más lógico que repita sitio, ¿verdad? Verdad. Pero he dicho que también lo hago por la justicia, y en vista de que el local fue remodelado por fuera, y de que la gerencia no estaba de acuerdo con mi cata, en justicia debía probar por mi mismo si había cambiado algo aparte del color de las paredes.
Así que la primera cata la hice por los pinchos. La segunda la hago por la justicia. Y os aseguro que no voy a comer un tercer pincho en este sitio por el cachondeo. Acepto sugerencias de como aprovechar los 4 € que me costó el pincho con caña de una manera más sana y divertida.
En fin, vamos a por el pincho en cuestión: el pincho es malo. Y lo podría dejar aquí, porque es que ¡ya había estado en ese bar! ¡¡Ya te lo había contado!! Pero bueno, ya que me pongo me meteré un poco más en detalle, aunque teniendo en cuenta que el pincho estaba malo de manera diferente a la última vez, creo que se trata de la típica “tortilla ruleta rusa”. Un asunto peliagudo. Te explico.
Una de las cosas más complicadas a la hora de hacer una tortilla, y ni siquiera hace falta que sea una buena tortilla, es que salga siempre igual. Eso da confianza, y si es una tortilla excelente siempre puedes contar con ese lugar para ir y experimentar el placer de comer un buen pincho. Y si te gustan las tortillas malas, porque te gustan, oye, yo que se… pues tienes tu lugar de confianza para comerte un pincho que es una castaña. Ahí, incólume. Siempre igual de bueno o de malo.
Pero con la “tortilla ruleta rusa” te la juegas. Por ejemplo, si la última vez el pincho de Cafetería Portillo llevaba incorporado el efecto “croqueta congelada”, esta vez me sorprendió con una aspereza de entre 1200 y 1400 granos, especial para el afilado profesional. Ojo porque uno de los bocados tuvo buena textura en un momento dado, pero el siguiente ya era más seco y apelmazado. Todo un reto describir la textura. Algo así como hacer malabares con una piedra pómez, una esponja y un flan. Un reto para los sentidos. Un desafío para la comprensión humana.
Hay una cosa reseñable, y es una cosa que tampoco se debería encontrar en un pincho de tortilla nunca, nunca, nunca, es lo que vas a ver a continuación.
Ya sabes lo que son esas pintitas. Sí, es aceite sucio. Aceite viejo. Y el vino viejo igual sabe mejor, pero el aceite viejo no. El aceite viejo sabe mal.
Y precisamente con respecto, al sabor acabo rápido igual que la otra vez: sal. Aquí si mantienen la impronta.
En esta ocasión ya digo que acompañé el pincho de tortilla con una caña, con la que me pusieron una tapa bastante maja, fíjate. Pincho y caña fueron 4€, que para un pincho bueno lo pago con gusto, pero este no lo vale ni de lejos. Es un pincho malo.
¿Mi valoración?
El sitio ha quedado muy bonito, pero parece que ni los albañiles ni los decoradores han podido hacer nada por embellecer este pincho. Lo digo por segunda vez: No-hay-huevos.